lunes, 22 de diciembre de 2014

Poesía en la ciudad

Es una de esas noches frías frías en Barcelona, frías de verdad, de las que cae la humedad de golpe condensada en el asiento de la moto, en el pelo, en el tuétano de tus huesos.

Las calles desiertas, iluminadas, la travesera del Guinardó, la subida al Carmelo, cada vez más helada a medida que gano altura, el viento cortante en el poco trozo de cara que libera el casco, las manos heladas a pesar de los guantes, las piernas apretadas al refugio del escaso carenado.

Y de pronto, huelo a chimenea.

Ese olor inconfundible a leña ardiendo. A pueblo.

¿De dónde vendrá ese rastro que lleva a mi niñez?

Rebaso el monte y veo las luces tintineantes del sur de la ciudad, y cuando se acaban, abruptas, adivino el mar.

Montes, mares, frío, leña al fuego.

A veces, aún es posible la poesía en la ciudad.

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