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jueves, 28 de enero de 2016

Bob Dylan, pádel, croissants y mimosas.

Escuchar a Bob Dylan en una tranquila tarde de trabajo.
Jugar un buen partido de pádel en buena compañía inundados por la luz  de un tibio sol de mediodía de un suave invierno barcelonés.
Recorrer el camino a casa entre pinos bañados por la amarilla luz de la cada vez más larga tarde, pasando del azul del mar al verde de la montaña al doblar la carena.
Bañarte una hora con tu hija pequeña mientras te pone suavizante por octava vez y te peina el pelo con sus deditos.
Desayunar fuera en una cafetería a media mañana un croissant de mantequilla caliente con un café calentito con tu compi de coworking.
Acabar el trabajo a tiempo y no tener que hacerlo el fin de semana.
Escoger un libro para una amiga.
Hacer feliz a tus hijas accediendo a que el día de carnaval vengan a comer a casa y les ayudes a disfrazarse y a maquillarse en lugar de apurar a trabajar dos horas más...¿de qué me acordaré de aquí 10 años? ¿de esas dos horas de trabajo o de sus alegres nervios contagiosos mientras las visto y las maquillo?
Ver que ya has cobrado un trabajo en tu cuenta corriente cuando no lo esperabas.
Saber qué vas a regalarle a tu chico cuando aun falta un mes para su cumple.
Acoger entre tus sábanas y reconfortar con todo tu cuerpo a tu pequeña cuando viene de madrugada asustada por una pesadilla.
Leer una página cada una de un libro de aventuras emocionantes y no querer parar.
Acariciar a tu perro y que se ponga a roncar en dos centésimas de segundo.
Dar un buen consejo a una amiga.
Una estupenda clase de yoga visualizando como si fuera real que hueles a mimosas y que sus partículas de sol amarillo entran por tu cuerpo y se esparcen como purpurina de sol dentro de tí, para exhalarlas y recubrir todo cuanto te rodea de la alegría amarilla y el dulce aroma de la flor de mimosa. Y sin necesidad de tripis ;-)


miércoles, 20 de enero de 2016

La felicidad se aprende

En menos de una semana he oído de dos personas distintas que la felicidad es un estado de ánimo, y uniendo esta afirmación a otra que oigo en el coworking a menudo de que uno puede aprender a ser feliz, igual que a amar, una acaba concluyendo que ser feliz es enteramente responsabilidad de una.

La felicidad como estado de ánimo, como actitud ante la vida, como aprendizaje.

A raíz del post anterior, del caramelo, y de un libro que compré en NY de ilustraciones de "500 things to be happy about" (que me encaaaaanta y superrecomiendo) me he animado a plagiar el libro pero con dibujitos de mis momentos de felicidad, los míos y los de quien tenga a bien decirme los suyos!

Tanto las cosas que cita como los dibujos son tan "cute" que te arrancan una sonrisa y te hacen revivir esos momentos de felicidad, que al final son lugares comunes de todos, como saboreando el caramelo de las perlas.


Son cositas tan fáciles como meterse en la cama con las sábanas fresquitas recién lavadas y planchaditas, como que te hagan un "upgrade" sorpresa a business, ver fuegos artificiales o jugar con pompas de jabón.




Bailar como si no te viera nadie tu canción preferida, reír a carcajada limpia hasta llorar (o hacerte pipi ;-)), ser el primero en ver el arco iris y avisar a los demás, hacer algo que te da miedo hacer, y hacerlo bien, que te de el sol en la cara en invierno, la vista de las nubes desde el avión, los rayos del sol a través de las hojas de un bosque, el buzón de correo del mail por fin vacío, encontrar el ascensor en tu planta, cantar a dúo una canción que te encanta, caminar entre montañas de hojas secas en otoño, bajar esquiando con nieve perfecta, comprar flores que huelen genial para ti misma, cocinar algo para gente que quieres y que te quede delicioso...




Y a raíz de "todo el mundo", otra cita cazada al vuelo hoy, como dice Woody Allen "no conozco la clave del éxito, pero si la del fracaso: querer contentar a todo el mundo" .

Una vez asumido que intentar hacer feliz a todo el mundo es una cagada, hacer feliz a las personas de tu alrededor que te importan, o incluso a desconocidos, te hace ciertamente muy feliz. Es como si te dieran doble bonus de felicidad. Que poco cuesta pensar y hacer cosas que pueden hacer feliz a alguien y de vuelta a tí. Sin vivir para los otros, viviéndolo desde dentro, para una misma. Pero si está en tu mano hacerles felices...porquoi pas? ¿Porqué no aprender a ser feliz empezando por saborear esos caramelitos y haciendo felices a los demás, si está en nuestra mano?

Tengo que hacer algo para dejar estos posts de autoayuda que me están saliendo ultimamente, en breve acabaré poniendo un teléfono de pitonisa diosssssss!!! quiero volver a las frivolidades ya!!






jueves, 11 de diciembre de 2014

De apegos buenos y malos

Ultimamente llevo escuchando que algo que yo tomaba por bueno, el apego, resulta que es malo, según las postulaciones de crecimiento personal del "aquí y ahora" y compañía.

De hecho... ¿Qué es el apego?

Según la wikipedia:

"El apego, concepto que debemos a la etología, se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección (...).
Desde el punto de vista emocional, el apego surge cuando se está seguro de que la otra persona estará ahí incondicionalmente, lo que facilita que aparezcan la empatía, la comunicación emocional y hasta el amor entre estas personas"

Yo ampliaría que también le podemos tener apego a cosas y a situaciones. Puede darnos seguridad hacer siempre el mismo recorrido al trabajo, nuestro rincón de lectura o la rutina matutina, incluso a cosas como tu coche, o tu peluche de cuando eras pequeña.

Parece que todos coinciden en que el apego en edades muy tempranas, desde recién nacidos hasta los tres, cuatro años, es bueno y necesario. Es una estrategia de la manada en la que se protege a la cría, que crece en un entorno seguro y en el que desarrolla el sentimiento de cohesión que en determinadas especies les ha funcionado evolutivamente  para hacer frente a agresiones externas. Los mamíferos en general, vaya.

Pero en personas a partir de cierta edad es (dicen) absolutamente nocivo, al contrario de lo que se nos ha venido vendiendo en forma de "...y comieron perdices" y de fomento de modelos  familiares "indestructibles" de largo plazo, desde la religión, la economía y la política.

Eso en occidente, claro. En oriente, que llevan mucho más tiempo que nosotros pensando en estos menesteres, parece que no están por la labor de la permanencia per se.

Aquí la búsqueda de la estabilidad emocional, continuidad, seguridad, protección, predictibilidad ... Etc es el camino marcado y el que seguimos convencidos de sus bondades, anhelando su consecución y envidiando a quien (aparentemente) lo ha conseguido.

Para luego llevarnos las manos a la cabeza cuando rompe una pareja amiga que nunca lo hubieras dicho, una hija adulto se autoexilia voluntariamente a 10.000 km mar mediante de unos padres aparentemente perfectos.... qué frágiles son las relaciones, qué rápido giran las tornas, qué radicalmente puede cambiarnos la vida en unos segundos, cuando alguien tira de la manta y deja la estructura podrida al descubierto, y vemos que lo único que en realidad nos hacía seguir era el apego al otro, la costumbre, la falsa creencia de la necesidad.

Y aún así, aún viéndolo a nuestro alrededor, seguimos generando todo tipo de mecanismos tácitos para evitar, minimizar y esconder bajo la alfombra de la rutina cualquier atisbo de cambio, porque los cambios no nos gustan. Nos hacen pensar. Nos duelen horrores. Ponen las cosas patas arriba y tenemos que repensarlo todo. Y no sabemos hacerlo, no nos han enseñado. Nos gusta creer que todo es para siempre.

Cuando en realidad, sólo hay una cosa permanente en la vida: el cambio.

Deberíamos acostumbrarnos a autoevaluar de manera fluída y contínua los motivos que nos empujan a hacer lo que hacemos.

¿Hoy, prefiero vivir con esta persona a mi lado en lugar de sola o otra?
¿Me gusta el trabajo que hago, y si es que sí, es por que me aporta o por que me es fácil?
De las personas a las que les dedico mi tiempo y energía, ¿hay alguna que en realidad me hastíe, y que siga viendo por momentos juntos que hayamos pasados o una antigua amistad? ¿Todas me aportan?

El apego hace que en nombre de glorias pasadas o rutinas actuales aparentemente confortables vendamos nuestro futuro y nuestra alma al diablo, que es el miedo. Miedo al cambio, a la evaluación, al diagnóstico y a la decisión. Miedo a quedarnos solos con nosotros mismos. Miedo a la libertad, que requiere ingentes cantidades de energía y valentía.

Los motivos para llegar a estos asuntos profundos de reflexión nunca vienen solos, siempre aparecen a la vez. O mejor dicho, siempre están ahí pero una los ve a la vez cuando está preparada para verlos, volvemos al maestro que aparece cuando el discípulo está listo, y esta vez el maestro ha sido una circunstancia personal próxima a mi, una conversación entre coworkers y un libro en la misma semana.

Las dos primeras daban vueltas al apego entre adultos como pareja.

Y el tercero, entre madres e hijos ya crecidos, y no es uno, sino en vários libros de la misma escritora (Rosemund Pilcher) porque es un tema recurrente en ella.

Quizás es por su propia madurez personal, o quizás es cultural por la metálica forma de ser británica, al fin y al cabo el desapego familiar es un rasgo muy anglosajón, y me atreviría a decir protestante. O al revés, el apego es un rasgo muy católico.

A través de sus novelas insiste en la necesidad de dar aire a los hijos cuando éstos llegan a la edad madura (18 años). En animarlos a irse fuera del nido, en no inmiscuirse en sus asuntos salvo en caso de ser requerida por ellos. En respetar su vida y sus decisiones como a cualquier otro adulto. Y lo dice desde la sabiduria de quien desea evitar hijos inmaduros, infantiles y apegados. Y con la fortaleza de quien sabe que el mejor antídoto a las relaciones familiares enfermizas y castradoras es dar distancia asumiendo que quizás ésta sea para siempre.

Miro a mi entorno y me llevo las manos a la cabeza.

Prácticamente todas mis amigas y desde luego me incluyo tenemos relaciones malsanas con sus padres (especialmente madres). Seguimos articulando planes en función de la familia sin que probablemente sea lo que en realidad deseamos. Seguimos con roles totalmente absurdos que sólo representamos en el hogar familiar, que ni nos corresponden ni nos definen, y que nos sacudimos de encima como si fuera un jersey de lana hecho por la abuela de los que pica rápidamente, ahora que no nos ven, al decir el último adiós.

Y volvemos a nosotros mismos sintíendonos avergonzados de nuestra cobardía de seguir aceptando jugar con las cartas de una baraja marcada que no hemos repartido nosotros, y nos vamos con un regusto amargo en la boca y el cuerpo acartonado.

Esa, creo, es la peor forma de apego, porque te inhabilita para la vida adulta y te obliga a repetir el mismo patrón por referencias con tu pareja y con tus hijos, repitiendo los mismos errores, que al final es uno. Estar tan lejos de ti mismo. Confiar tan poco en tus posibilidades sin ataduras. En no saber andar solo por la cuerda floja. Tu gente ha de ser tu red, para al caerte saberte amado. Pero tenemos que caminar solos, sin apoyos que nos vicien y nos hagan olvidar que podemos hacerlo solos.

Joder. Me ha salido un post de autoayuda. Horror! ;-)

Que me (auto)ayude al menos a integrar en mi mente, alma, o dónde se anclen estas verdades que sólo el cambio es permanente, que hay que saber en todo momento lo que preferimos, y que hay que educar para ello, sin caer en la fácil tentación de repetir patrones de apego del malo.

No, si esto va a ser como el colesterol! Hay apego del bueno y del malo ¿de cuál tienes tu?

sábado, 6 de diciembre de 2014

De electores y elegidos

Leo en el párrafo que antecede "El Balneario" (1.953) de la grande Carmen Martín Gaite en "Todos los cuentos" lo siguiente:

"Cuando un hombre, dormido e
inerte en la cama, sueña algo, ¿qué
es lo que más existe: él, como con-
ciencia que sueña, o su sueño?"

Miguel de Unamuno: Niebla (1.907)

El tema de los sueños en su enésima vuelta de tuerca, como el monólogo de Segismundo de Calderón de la Barca  (1.635) y su

".....que toda la vida es sueño
y los sueños sueños son"

o aún más atrás Shakespeare en 1.595 con "Sueño de una noche de verano"...

"Cuatro días pronto pasarán,
y cuatro noches en sueños se irán"

Gaite bebiendo de Unamuno, Unamuno de Calderón.

Niebla de Unamuno hermana de casi título y año con Ciudad de Niebla de Pío Baroja, esta última con su sorprendente (para mí) contemporaneidad, esperando una reliquia me encontré con algo "como recién escrito", por su ironía, por sus rápidos y ácidos diálogos, por lo aún hoy día inusual de ser una mujer inteligente e independiente la protagonista, siendo el autor un hombre.

Unamuno citado varias veces en "Bilbao Nueva York Bilbao" de Kirmen Uribe (2.008) como alguien de carne y hueso, real, amigo de los Arteta, una de las familias entrecruzadas protagonistas.

Las grandes obras (y las pequeñas, y las medianas) van saltando caprichosas por los años como ranas por nenúfares, sirviendo la fecha únicamente como contexto para entender mejor una época.

La escala temporal desaparece en el mundo paralelo de la literatura (¿de los sueños?) tejiendo una red de conexiones vigentes ajenas a su edad que, si tiramos de la madeja, iremos descubriendo, infinita, y cada vez cobrando todo más sentido.

La gran ventaja es que no perece, que la red es cada vez mas tupida, que a los clásicos se les unen las obras del siglo XX, las que se acaban de editar en el XXI, las que pronto florecerán explosivamente en soporte digital sin necesidad de filtros editoriales, contactos o favores....
¡Cuánto trabajo se nos viene encima!

Pero no hay que agobiarse, sería estúpido.

Hay tiempo para irse deleitando con el hilo de la madeja del que nos apetezca tirar.

Ahora me he ensimismado en mediados del siglo XX, y últimamente en mujeres (la citada Gaite, Rosemund Pilcher), y me asombro de cúanto han cambiado para nosotras (para bien) las cosas en relativamente muy poco tiempo (para lo que la humanidad viene siendo, claro).

Sé que mi brújula apunta ahora a la Matute, que ya le tengo ganas, y a la Wolf, que me mira retadora cada día desde la estantería del recibidor cuando dejo las llaves junto a ella.

Me espera, y estoy lista. Será la próxima en caer.

Y a veces me pregunto...
¿Por qué ahora si y ahora no?
¿A qué viene ahora este interés mío reciente por la posguerra y la miseria moral Barcelonesa de los años cuarenta retratada por Marsé, por Terenci Moix, por Goytisolo?
¿Y por qué de manera recurrente cada cierto tiempo el frenesí por autores ingleses?
¿Por qué salvo Paul Aster y Truman Capote no me han llamado (por el momento) autores norte americanos?
¿Qué fue de esa ola voraz de García Márquez y de rebote otros autores de su constelación, al que deboré y murió de éxito fagocitado?
¿Por qué miro el grueso lomo del Quijote haciendo prácticamente una reverencia cuando mis pupilas se pasean por él como conteniendo la respiración sin apenas rozarlo? ¿Cómo sé que no es aún su momento, ni lo ha sido desde hace veinte años?

Simplemente lo sé. Instintivamente.

¿No es SU momento, o no es MI momento?...

¿Quíen escoge a quíen?

No hay duda.

Ellos me escogen. El objeto escoge al humano. Los objetos nos llaman, como dice mi amado Millás.
El objeto no varía, es el humano que sintoniza o no con el objeto en ese momento.

El objeto es un libro, es un coworking, o un vestido.

Un vestido rojo escotado sólo te lo pondrás en determinado estado de ánimo y momento.
Todas las mujeres en todos los momentos que se pongan un vestido rojo escotado serán prácticamente la misma mujer.

Ya no me preocupa quíen entre por la puerta del coworking y tras verlo se quiera quedar. No me preocupa que encaje con la gente, con el espacio. Si se queda, es porqué el coworking llama, como Hamelin a los niños, a los que encajarán en él. No deciden ellos. Decide el coworking siendo cómo es.

Los libros están ahí, y cuántos más leas más querrás leer, simplemente deja que los propios autores, temas, épocas o estilos, lo que más te haya atrapado del último libro, te muestren los hilos a seguir para escoger el siguiente, formando un eslabón más de una cadena que a menudo se ramifica, se enzarza o vuelve a su zona de confort, cual casilla segura de salida, cuando las prospecciones no han cuajado.

Como reza un dicho oriental, el maestro aparece cuando el alumno está listo"

Poco a poco, libro a libro, en el calidescopio del universo irás atisbando un sentido, una mirada algo menos desorientada, y cada libro te rellenará un hueco vacío que tal vez (seguramente) ignoraras que tenías.

Y luego te cuentan la gran revolución humana que estamos viviendo con los móviles, internet, smart cities y demás cacharrería... Que sí que sí, pero de Calderón hasta hoy se inventó la pólvora, la electricidad y el coche, entre otras cosas, y los sueños, que yo sepa, sueños siguen siendo! En realidad, cincuenta, cien, doscientos años no son nada, las grandes pasiones, las eternas incógnitas y las pequeñas realidades son siempre las mismas... Por no hablar de Homero!

miércoles, 1 de octubre de 2014

Downshifting y otras quimeras

A 1 de octubre de 2014 me hallo como una sopa de mocos y con mis planes de downshifting tan tierna y amorosamente amasados durante el verano tambaleándose peligrosamente.

En menos de dos semanas he visto caer uno tras otro cual piezas del serpentín mis grandes propósitos de septiembre (todos ellos en la línea de trabajar menos, estar más y mejor con los míos...etc etc)

Empecé bien a grito eufórico de "a tomar todo por el culo" antes del verano.

Continué mejor que bien tomándome tres meses de vacaciones, así, rollo l'Oreal, porqué yo lo valgo!

Septiembre empezó a torcerse pero yo aguanté estoicamente las embestidas a fuerza de repetirme a mi y al mundo tercamente "mientras las niñas no empiecen el cole yo tampoco"!

Pero las dos semanas siguientes han sido el castigo divino de los dioses envidiosos de mis 3 meses de verano!

Me temo que estoy pagando con creces mi osadía.

En dos semanas he tenido QUE LIDIAR

Con correos histéricos de gente idem que total, acaban de llegar de vacaciones como yo y de ir a medio gas en julio y pretenden que esté todo listo sólo llegar y hacen pagar sus agobios a los del siguiente eslabón de la cadena.
Con la nevera vacía.
Con poner (o intentarlo sin mucho éxito) al día todo lo atrasado.
Con vuelta al cole (así, en plan genérico).
Con el tetris de extraescolares (así, específicamente).
Con la nevera vacía.
Con hacerme con los equipamientos propios de sendas extraescolares (bañadores, gorros, toallas, gafas, chanclas...se repite la historia, q es un bucle, y kimono de judo como novedad)
Con los sueños mal domados.
Con la nevera vacía.
Con temas de curro aplazados a octubre pensando que octubre no existiría porque el mundo se habría acabado antes porque nos caería un meteorito o nos ahogaríamos en el mar (los barceloneses) con lo del cambio climático.
Con las lluvias torrenciales.
Y con la nevera vacía.

Tengo que recomponerme el moño, respirar hondo en la medida en que mis virus ascensor (léase los q pasan de niños a adultos) me lo permitan y plantarle cara al mundo, y darle calabazas al sitio que me tiene reservado.

Que no, que a mi ya no se me engaña. Que yo ya he pringado. Que no quiero meterme en el ciclón del día a día ni en la rueda de las urgencias.
Que el curro más importante nunca lo es tanto como para dejarte exhausta y sin energía para los tuyos.
Que de hambre no moriremos.
Que necesitamos poco, que como decía mi abuelo Erundino "es más rico quien menos necesita que quien más tiene".

Y aun así me voy viendo metida por compromisos adquiridos, porque en el fondo (y en la superficie) me va la marcha y no sé decir que no porque todo me apasiona incluso los proyectos ruinosos...casi parece que cuanto más ruinoso mejor! Y a todo esto, yo no estaba en el paro? ¿Que ha pasado? Ahhh si, que era un paro virtual, un paro emocional, una declaración de intenciones venida a menos. Al final la única diferencia es que yo me considero en el paro. Vamos, otra estratagema de autoengaño de las mías. No hay que preocuparse.

Tengo mucho camino que recorrer buscando el equilibrio, y aprendiendo a planificarme mejor.

He descubierto que gran parte de mis desasosiegos y estreses vienen porque mi nivel de planificación es cero y siempre ando con la nevera vacía y llegando tarde a todas partes (tarde y estresada).

Quiero cumplir un horario (con muy pocas horas laborales puestos a pedir).
Quiero cobrar (parece una perogrullada pero sé de lo que me hablo).
Quiero cocinar más y mejor.
Quiero dedicarme íntegramente a mi familia por la tarde (sin intrusismos de mails de curro leídos y lo que es peor, contestados, a hurtadillas con una mano y un ojo mientras con la otra mano columpio una niña y con el otro ojo vigilo que no se me desnuque y así en plan global bizqueo)
Quiero que cenen pronto y se acuesten pronto.
Quiero escribir (más) y leer (más).

Aunque he mejorado muchísimo desde mi primer post de reconstruyendoamamá (entre otros indicadores: leo y escribo ;-)), aún me queda...
.... Y me da que para cuando haya aprendido a organizarme con esto de llevar una familia y ser una emprendedora apasionada con proyectos ruinosos de bombero las niñas ya se habrán ido de casa a estudiar, conocer mundo o lo que sea que se haga de aquí 15 años y yo tendré que consolarme inaugurando la nueva temporada de post "Reconstruyendo a mamá post nido vacío" ;-)!

Hasta entonces seguiré en la brecha!

martes, 23 de abril de 2013

De mis conversaciones ZEN (de pasillo) con Ananda (I)

Esta es una enseñanza.

Uno anhela lo que no ha tenido en su infancia, y a la vez no valora lo que si ha tenido, en la medida tan estudiada desde la economía en que cuanto más limitado es un recurso, más valioso es (ejemplo: petróleo y sus achaques "pedro-y-lobiles" de: ay que se acaba por octava vez en un siglo, sube el petrodolar!)

Esta es la otra enseñanza.

La otra es que la paz y la sabiduría (casi siempre van juntas) radican en la aceptación de los hechos.

Los hechos que nacen de la maldad deben ser más difíciles de encajar.

Pero los hechos simplemente equivocados, o no adecuados a las expectativas que son fruto de una mala gestión interna o de una miopía emocional, o de que simplemente no se ha podido hacer mejor porque no se ha sabido cómo, estos debería ser más fácil de aceptar (y de perdonar).

Sólo (sólo?!) es preciso, poner por encima de tu dolor del "me ha fallado" la aceptación de la incapacidad del otro en colmar tus expectativas.

Ser magnánimo y generoso, entender que la gente es como es, y que somos nosotros los que sufrimos el conflicto en nuestro seno cuando existe fricción entre lo que esperamos de esa persona y lo que obtenemos de ella en realidad.

En la medida en que recibamos lo que ya esperábamos no habrán decepciones ni desilusiones, y como con todo, mejor esperar poco y que lo que venga de más sea de regalo!
 

Esto es de mi cosecha

En realidad es como una ecuación en la que hay dos variables, su actitud y tus expectativas, una a cada lado del igual. Como uno no puede modificar la forma de ser del otro, se convierte en una variable fija. En cambio tus expectativas sí sin variables, así que para igualar la ecuación (conseguir el equilibrio de la relación) es preciso que tu reduzcas tus expectativas hasta llegar a su manera de ser.

Y otra reflexión de mi cosecha:

Damos a los otros lo que esperamos de ellos?

Cambiemos el foco a nosotros: los otros a veces nos hacen daño, o nos decepcionan. Y nosotros a ellos? Estamos dispuestos a dar lo que esperamos recibir?

Por otro lado...debería ser así? Hay gente más generosa que otra, los hace eso más dignos de amistad? Quizás la no generosidad es fruto de un seno familiar que no la ha fomentado, quizás luego no ha aprendido o no ha sabido como redirigir el camino que se forjó en un patrón de egoísmo desde su infancia.

Esperemos poco de ellos, no nos indignemos.

Quiere eso decir que también debemos concluir que nos tiene en poca estima? En absoluto. Probablemente ni se ha dado cuenta de sus actos egoístas, porque el egoísmo llega hasta no constatar que se está siendo.

Aceptémoslo, perdonemos, y decidamos si aún así nos aporta algo. Una vez decidido, y si es afirmativo, no volveremos a sufrir desilusiones, si es que se ha hecho desde la sinceridad y la consciencia. Si nos cuece, es que no se ha hecho bien el proceso, y habrá que volver a empezar. Digo yo.

Las fricciones están dentro de nosotros, y en realidad es una suerte, porque es dónde mejor pueden estar para que las tratemos! Imaginad que tuviésemos que ir cambiando la manera de ser de la gente y que ellos a su vez nos estuvieran intentando cambiar! Que horror, una plaga de evangelizadores!

En realidad, es lo que intentamos cuando reaccionamos con aspereza, enfado, tensión o tristeza a una decepción. De algún modo, sin analizarlo si quiera, estamos enviando el mensaje: me has hecho daño, corrige lo que has hecho, pídeme perdón, la próxima vez hazlo mejor.

Intentamos que el otro se amolde a lo que nosotros esperábamos de él.

Pero son esfuerzos muy desgastantes y casi siempre infructuosos, porque la tensión casi siempre genera tensión, y  manteniendo el supuesto de no-maldad, sino mala gestión de las emociones, el otro no logrará entender qué es lo que nos genera tanta crispación porque si pudiera hacerlo mejor, probablemente lo hubiera hecho.

Si pretendemos "educar" (y cuestiono si tenemos que "educarnos"), es la peor manera que podemos hacerlo.

Además, pretender poner recto un roble torcido es muy cansino, genera muchas penas y no se conseguirá ningún resultado en él (tu en cambio estarás agotado y de mal humor). Si realmente quieres incluirlo en tu vida, siéntate tranquilo a su lado y espera lo mejor de él. Y cuando te levantes procura hacerlo por el lado que no está torcido.

Como dice Ananda, no te lamentes de que el pescado tiene espinas, si tanto te molestan no lo compres, y si lo compras sabiéndolo, no te quejes ni sufras por ello. Cómete lo bueno y procura no atragantarte con una!