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jueves, 11 de diciembre de 2014

De apegos buenos y malos

Ultimamente llevo escuchando que algo que yo tomaba por bueno, el apego, resulta que es malo, según las postulaciones de crecimiento personal del "aquí y ahora" y compañía.

De hecho... ¿Qué es el apego?

Según la wikipedia:

"El apego, concepto que debemos a la etología, se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección (...).
Desde el punto de vista emocional, el apego surge cuando se está seguro de que la otra persona estará ahí incondicionalmente, lo que facilita que aparezcan la empatía, la comunicación emocional y hasta el amor entre estas personas"

Yo ampliaría que también le podemos tener apego a cosas y a situaciones. Puede darnos seguridad hacer siempre el mismo recorrido al trabajo, nuestro rincón de lectura o la rutina matutina, incluso a cosas como tu coche, o tu peluche de cuando eras pequeña.

Parece que todos coinciden en que el apego en edades muy tempranas, desde recién nacidos hasta los tres, cuatro años, es bueno y necesario. Es una estrategia de la manada en la que se protege a la cría, que crece en un entorno seguro y en el que desarrolla el sentimiento de cohesión que en determinadas especies les ha funcionado evolutivamente  para hacer frente a agresiones externas. Los mamíferos en general, vaya.

Pero en personas a partir de cierta edad es (dicen) absolutamente nocivo, al contrario de lo que se nos ha venido vendiendo en forma de "...y comieron perdices" y de fomento de modelos  familiares "indestructibles" de largo plazo, desde la religión, la economía y la política.

Eso en occidente, claro. En oriente, que llevan mucho más tiempo que nosotros pensando en estos menesteres, parece que no están por la labor de la permanencia per se.

Aquí la búsqueda de la estabilidad emocional, continuidad, seguridad, protección, predictibilidad ... Etc es el camino marcado y el que seguimos convencidos de sus bondades, anhelando su consecución y envidiando a quien (aparentemente) lo ha conseguido.

Para luego llevarnos las manos a la cabeza cuando rompe una pareja amiga que nunca lo hubieras dicho, una hija adulto se autoexilia voluntariamente a 10.000 km mar mediante de unos padres aparentemente perfectos.... qué frágiles son las relaciones, qué rápido giran las tornas, qué radicalmente puede cambiarnos la vida en unos segundos, cuando alguien tira de la manta y deja la estructura podrida al descubierto, y vemos que lo único que en realidad nos hacía seguir era el apego al otro, la costumbre, la falsa creencia de la necesidad.

Y aún así, aún viéndolo a nuestro alrededor, seguimos generando todo tipo de mecanismos tácitos para evitar, minimizar y esconder bajo la alfombra de la rutina cualquier atisbo de cambio, porque los cambios no nos gustan. Nos hacen pensar. Nos duelen horrores. Ponen las cosas patas arriba y tenemos que repensarlo todo. Y no sabemos hacerlo, no nos han enseñado. Nos gusta creer que todo es para siempre.

Cuando en realidad, sólo hay una cosa permanente en la vida: el cambio.

Deberíamos acostumbrarnos a autoevaluar de manera fluída y contínua los motivos que nos empujan a hacer lo que hacemos.

¿Hoy, prefiero vivir con esta persona a mi lado en lugar de sola o otra?
¿Me gusta el trabajo que hago, y si es que sí, es por que me aporta o por que me es fácil?
De las personas a las que les dedico mi tiempo y energía, ¿hay alguna que en realidad me hastíe, y que siga viendo por momentos juntos que hayamos pasados o una antigua amistad? ¿Todas me aportan?

El apego hace que en nombre de glorias pasadas o rutinas actuales aparentemente confortables vendamos nuestro futuro y nuestra alma al diablo, que es el miedo. Miedo al cambio, a la evaluación, al diagnóstico y a la decisión. Miedo a quedarnos solos con nosotros mismos. Miedo a la libertad, que requiere ingentes cantidades de energía y valentía.

Los motivos para llegar a estos asuntos profundos de reflexión nunca vienen solos, siempre aparecen a la vez. O mejor dicho, siempre están ahí pero una los ve a la vez cuando está preparada para verlos, volvemos al maestro que aparece cuando el discípulo está listo, y esta vez el maestro ha sido una circunstancia personal próxima a mi, una conversación entre coworkers y un libro en la misma semana.

Las dos primeras daban vueltas al apego entre adultos como pareja.

Y el tercero, entre madres e hijos ya crecidos, y no es uno, sino en vários libros de la misma escritora (Rosemund Pilcher) porque es un tema recurrente en ella.

Quizás es por su propia madurez personal, o quizás es cultural por la metálica forma de ser británica, al fin y al cabo el desapego familiar es un rasgo muy anglosajón, y me atreviría a decir protestante. O al revés, el apego es un rasgo muy católico.

A través de sus novelas insiste en la necesidad de dar aire a los hijos cuando éstos llegan a la edad madura (18 años). En animarlos a irse fuera del nido, en no inmiscuirse en sus asuntos salvo en caso de ser requerida por ellos. En respetar su vida y sus decisiones como a cualquier otro adulto. Y lo dice desde la sabiduria de quien desea evitar hijos inmaduros, infantiles y apegados. Y con la fortaleza de quien sabe que el mejor antídoto a las relaciones familiares enfermizas y castradoras es dar distancia asumiendo que quizás ésta sea para siempre.

Miro a mi entorno y me llevo las manos a la cabeza.

Prácticamente todas mis amigas y desde luego me incluyo tenemos relaciones malsanas con sus padres (especialmente madres). Seguimos articulando planes en función de la familia sin que probablemente sea lo que en realidad deseamos. Seguimos con roles totalmente absurdos que sólo representamos en el hogar familiar, que ni nos corresponden ni nos definen, y que nos sacudimos de encima como si fuera un jersey de lana hecho por la abuela de los que pica rápidamente, ahora que no nos ven, al decir el último adiós.

Y volvemos a nosotros mismos sintíendonos avergonzados de nuestra cobardía de seguir aceptando jugar con las cartas de una baraja marcada que no hemos repartido nosotros, y nos vamos con un regusto amargo en la boca y el cuerpo acartonado.

Esa, creo, es la peor forma de apego, porque te inhabilita para la vida adulta y te obliga a repetir el mismo patrón por referencias con tu pareja y con tus hijos, repitiendo los mismos errores, que al final es uno. Estar tan lejos de ti mismo. Confiar tan poco en tus posibilidades sin ataduras. En no saber andar solo por la cuerda floja. Tu gente ha de ser tu red, para al caerte saberte amado. Pero tenemos que caminar solos, sin apoyos que nos vicien y nos hagan olvidar que podemos hacerlo solos.

Joder. Me ha salido un post de autoayuda. Horror! ;-)

Que me (auto)ayude al menos a integrar en mi mente, alma, o dónde se anclen estas verdades que sólo el cambio es permanente, que hay que saber en todo momento lo que preferimos, y que hay que educar para ello, sin caer en la fácil tentación de repetir patrones de apego del malo.

No, si esto va a ser como el colesterol! Hay apego del bueno y del malo ¿de cuál tienes tu?

miércoles, 8 de octubre de 2014

Un ratito de gratitud

Gracias, gracias y más gracias.

Por la vida, que me ha dado tanto, como diría Violeta Parra.

Por tantos motivos deberíamos dar las gracias cada día al levantarnos, y cada noche al acostarnos, que al final no darlas no deja de ser un signo inefable de lo perfectísimamente bien que estamos, y siempre hemos estado, queja mediante.

 Ayer empecé (y casi acabé) "Si te dicen que caí", de Juan Marsé.


Todavía tengo una pelota incrustada entre el esófago y el estómago, una retroexcavadora con bulldozer ha entrado en mi aparato digestivo y se me ha llevado parte del alma que guardo allá y ahí ando intentando recomponerla, sacar la pelota y devolverme la fisiología que debiera estar en su lugar.

Brutalidad. Dolor enquistado en la corta memoria infantil de los niños protagonistas, rotos y ya viejos. Personajes sórdidos absolutamente faltos de toda moralidad. Violencia sexual. Sociedad putrefacta. Y Barcelona, años 40 de telón.

Y para más inri las calles que piso cada día. Secretàri Coloma, Escorial, Legalitat, Providència. Hoy ciudad ejemplar, con sus tiendas y sus bares, sus personas mayores sentadas al sol, su ajetreo de barrio. Sus acera arregladas, los edificios de pisos dignos y decentes. La calle limpia. La escuela rebosante de niños alegres. Que no juegan a que torturan, que no comen de entre las basuras, que no se ponen azufre en la cabeza para combatir la sarna. Que no se prostituyen por 4 chavos.

Niños que no tienen el recuerdo de sus padres fusilados, ni colgados, ni humillados. Niños cuyas madres son razonablemente felices, entre sus estreses laborales y sus conciliaciones, pero amigos, amigas, bendito problema!

75 años han pasado. Sólo una vida. Marsé y tantos otros están ahí para contárnoslo. Nos cuentan ellos lo que nuestros abuelos han callado. Porque lo sufrieron en sus carnes y recordarlo es revivirlo o porqué en su momento pudieron escoger no quererlo ver, se amarraron bien fuerte y a consciencia la venda en los ojos y ahora, a estas alturas, el paso del tiempo lo pone en bandeja para hacerlo todavía más insignificante. Más irreal. Probablemente hasta lo hayan conseguido olvidar. Ellos han ganado. Ya casi nadie sabe ni quiere saber lo que ocurría hace una vida.en los descampados alrededor del campo del Europa, en el Guinardó, en el Carmelo, en las faldas de Montjuïc,  en el Somorrostro.Ya nadie se acuerda de la miseria. Somos una ciudad opulenta, rica y orgullosa. Estamos entre las 10 más turísticas del mundo. La mierda se ha barrido bajo la alfombra del olvido.

El Carmelo y el Guinardó son, sin ser de lujo, barrios dignos con todos los servicios. Montjuïc es una zona ajardinada y monumental, testigo orgulloso y mudo de los fastos de la Barcelona Olímpica. El Somorrostro ha quedado enterrado por la arena de la Barceloneta, las icónicas torres Mapfre y el pez dorado, así como por el resto de la Vila Olímpica. En el Raval, en cambio, la miseria continúa, pero esta vez los emigrantes vienen de tan lejos que nos cuesta empatizar, y la venda en los ojos vuelve a apretarse.

Yo no soy de los que se quejan de que Barcelona sea ahora un escenario de cartón piedra sin personalidad, para rodar anuncios de coches y darle un marco coherente a las obras de Gaudí. No extraño esa Barcelona de moral carcomida, de vencedores y vencidos. De muy vencedores y de extremadamente vencidos.

Me siento afortunada de haber llegado a ella con este lapso de vida que me ha ahorrado vivencias desgarradoras, difíciles de sobrellevar con dignidad el resto de tu vida. Me maravillo de que en sólo una vida las heridas hayan cicatrizado, que la dignidad haya sobrevivido.Se las llevan, las unas y la otra, sus víctimas a la tumba. Nos las han ahorrado. Y la prosperidad ha hecho lo demás.

No digo que antes fuera mejor, esa cínica e insultante afirmación merece embucharle al susodicho la bibliografía completa de Marsé, Gil de Biedam, Terenci Moix y Vázquez Montalbán en 24 horas y que escuche luego testimonios reales, a ver que tan "auténtico" le parece! (Sacaremos a Mendoza de ahí porqué sería capaz de no entender más allá de la ironía graciosa de sus hilarantes peripecias.)

No era mejor. Ni mucho menos. Pero aunque duela, aunque se nos lleve un trozo de esófago por el camino, o precisamente por eso mismo, hay que conocer esa Barcelona. Para valorar la de ahora. Para valorar este momento, esta vida. Esta paz (aunque haya quien la quiera tergiversar), esta prosperidad (aún con la que está cayendo), el respeto por los derechos humanos y la protección férrea a nuestra infancia. Para crecer. Para madurar.

Y para dar las gracias a quien corresponda. Para tener un ratito de gratitud.






martes, 3 de junio de 2014

5 días al mes

5 días al mes, cada mes, todos los días, durante 40 años.

5 días reptando por la vida, aparentando (o intentándolo) normalidad.

5 días con el cuerpo destrozado, los intestinos en modo cólico permanente, el útero contrayéndose y convulsionando, la cabeza a punto de reventar, insomnio alternado con hipersomnolencia, diarrea con estreñimiento, flujos por doquier... Y fea. Muy fea.

La lágrima fácil, la pena sobre volando, la sonrisa huyó hasta nuevo aviso, la energía en el subsuelo a la altura del yacimiento petrolífero más profundo y el hastío instalado en el entrecejo fruncido.

Enpastillada hasta arriba: iboprufeno, buscapina con nolotil, el aceite de onagra, el antiácido, infusiones mil a todas horas.....cómo no me va a doler la barriga? Pero es q ya no sé quien es huevo y quien gallina!

Y te sabes plasta, te sabes digna de huir de tí...cada vez la misma monserga, cada vez la misma alma en pena... Como un puto ciclo, como del que estoy hablando...con un precio demasiado alto... Demasiados días, demasiadas veces, todas las veces.

Cómo ha podido evolucionar así la naturaleza? Qué error más grande! cuantas mujeres sufrimos tantas veces y tan en silencio y tan cada puto mes la misma tortura? Porqué no sigue evolucionando la especie humana? Porqué no se subsana esto y de paso los dolores que acarrea parir de pie? Quiero decir con dos patas, bípedos vaya!

No lo entiendo...me enfurece y entristece tanta ineficiencia por parte de la evolución. Y no hay hoja de reclamación.

A la industria médica ni la nombro...si fueran hombres los que llevan sufriendo esto CADA mes desde que casi tienen uso de razón se habría avanzado mucho....cuantos años han de pasar para que los directivos de farmacéuticas y hospitales sean directivas y decidan apostar decididamente por eso!

Y las mujeres dejemos de tomárnoslo como un mal menor por el que hay que pasar y punto, con complicidad femenina, con miradas de ánimo, pero sabiendo que lo pasas sola, disimulando y en silencio porque es un coñazo andar con alguien que se arrastra por las cunetas del día.

Tíos (y mujeres q tengan la santa suerte de q no les ocurra, q haberlas haylas): esto es como el día de la marmota del día con la peor resaca q recuerdes, la que te dejó destrozado todo órgano q dentro de ti pueda haber, de humor pésimo y moral por los suelos. Lo único que deseabas era meterte en la cama, a oscuras, buscar la posición que menos te doliera, tomarte algo que te obligara a dormirte y pasarlo lo más rápido e inconscientemente posible.

Recuerdas alguna resaca o cólico nefrítico o gases mal puestos tal que así?
Muy bien. Ahora repítelo no un día sino 5, 5 días seguidos al mes, cada mes, seguidos, durante 40 años.

Y hazlo despertándote como cada día, lleva a las niñas al cole, vete a currar, ten reuniones, come lo que tu sistema digestivo patas arriba te permita, juega con las niñas, haz la cena y reza para q esta noche sea la de la hipersomnolencia y no la del insomnio, o la que el dolor te despierta a las 3 y a las 6 reclamando su dosis de buscapina con nolotil.

Y agradece que tu compañero sea comprensivo aunque en realidad nunca vaya a entender cómo te sientes, y la erosión del ciclo haga mella en el efecto compasión, pero que aún así te deje "escaquearte" de tus funciones y te tolere tu malhumor.

Es difícil mantener la empatía con dolores ajenos desconocidos y recurrentes, y esa es la guinda, que como lo sabemos, y lo entendemos, los disimulamos (o los minimizamos). Como hicieron nuestras abuelas y nuestras madres, por no aburrir ni generar fastidio y hastío a nuestro alrededor.

Ya sé que no se me pasa el dolor contándolo, pero el derecho a la pataleta no deja de ser terapéutico...no?





sábado, 18 de enero de 2014

La armónica de la chabola

Parece que demasiados meses (meses?!, glups!) después del post del alma de mi casa no sólo sigo con casa sino que también con alma, y cada vez mejor puesta! Después de una serie de frikadas que por motivos óbvios no voy a describir aquí por temor a perder mi escasa credibilidad hemos conseguido que la harmonía entre a este nuestro hogar, y tanto es así que a modo de reconciliación me he propuesto escribirle una novela a la casa!

Como la casa tiene algo más de un siglo, la idea es que las distintas vivencias de una misma família a lo largo de generaciones vayan quedando reflejadas en sus páginas, y a raíz de esto, he empezado a informarme de la historia de mi barrio (o si no mío porqué no le tengo demasiado apego, el barrio en el que vivo).

Y con esa mirada de quién lo hace desde fuera, con ojo curioso y diseccionador y las historias que voy aprendiendo me voy forjando una idea de lo que debió ser este barrio del Coll.

Vivo detrás de las colinas de Barcelona, de los llamados 3 "turons", en la estrecha hondonada a la que el sol apenas roza entre el turó del Parque de la Creueta y el del Carmelo, con la consabida humedad de la ciudad internándose por los tuétanos de las viviendas de semiautoconstrucción y las calles maltratadas por las pendientes imposibles y su estrechez, en las que deben convivir ridículas aceras, coches, postes de madera de los que cuelgan enjambres desordenados de cables, contenedores y baldosas levantadas. La luz de las farolas escasea, y las papeleras también, las cacas de perro generan menos vergüenza aquí que en otros barrios en algunos de sus dueños humanos y dado lo deprimente del escenario no se esfuerzan en sacarlas, porque tampoco viene de aquí.

Es curioso (pero absolutamente lógico) porque a la que cambia la orientación de la ladera, o el nivel
de soleamiento, lo que eran casas toscas, edicios de pisos de escasa altura y menor calidad arquitectónica se convierten en torres de lujo con jardín y aparcamiento privado, y el espacio público lúgubre se puebla de árboles en la acera, cables ordenados y anchas calles.

Pero mi cachito de monte es el oscuro. He de decir que es un tanto deprimente. Y que si tuviera que escoger, nunca hubiera escogido estés barrió para vivir. Pero ya que la vida me ha llevado a él, procuro sacarle el mayor provecho y aprender de lo que veo.

Poco a poco voy embebiendome de la historia del barrio, larga, pues se remonta como poco a los romanos al pasarle una de las vías de entrada a Barcelona, y compleja, puesto que bascula entre las más altas élites barcelonesas de su época de esplendor modernista y la autoconstrucción de las laderas del Carmelo de las oleadas de la emigración de los años 60.

Las piedras van quedando para que generaciones posteriores juguemos a imaginarnos historias pasadas, como hago yo, y que quizás os vaya hablando.

Pero luego está la gente, la de ahora, la de carne y hueso, la que me cruzo en la calle.

Y de la gente también aprendo.

He aprendido que en el solar de enfrente vive gente. Ese solar en el que según nos cuenta un cartel medio oxidado ya debían haber construido una supuesta superpromoción, parada desde que empezó la crisis (aquí las superpromociones llegaron poco pero la crisi llegó mucho...curioso, pero lógico también!).
Resulta que la superpromoción se ha convertido en una barraca, una chabola vaya.
Sólo se ve desde un ángulo de la calle, en mi caso estirando el cuello. Pero cobijados entre las vallas que protegen el solar de gente como ellos han encontrados ellos su refugio escondido perfecto...curioso pero lógico!

Creo que son dos, pero sólo he visto una. Además habían varios carritos de estos con la estructura cochecito de bebé customizado con caja de rejilla para ir acopiando los hallazgos de los contenedores. Y un montón de chatarra. No es el mejor barrio para andar carreteando, pero digo yo que su nuevo hogar les compensará el trajín por estas cuestas!

Esta noche he oído el sonido de una armónica, creo que viene de allá. No es mal invento el de la armónica, ameniza veladas frías como la de hoy, en barracas (iba a decir sin luz pero la tienen, pinchada a la red). Es un instrumento barato, pequeño, no se desafina y no pesa, y en cambio su sonido, a pesar de ser metálico, suena a cálido y a taberna, y huele a leña quemando, quizás se calienten con la armónica!

Un poco más arriba viven los okupas de la antigua lechería, ellos la llaman la letxería porque les debe sonar a euskera y eso a anarkista, no sé muy bien cómo debe ir la cosa, es curioso y no deja de tener cierta lógica, aunque yo no lo vea.

Estos sin conocer yo las condiciones en las que viven, que me imagino como poco austeras, tienen una pinta de lo más normal y corriente, no estoy muy puesta ahora en el movimiento squoter, pero la estética de sus habitantes desde luego ha cambiado de 20 años a esta parte. Ya no es rollo punk, las chicas al menos podrían ser perfectamente yo, y de edad también, son como okupas asentados. Y llevan mucho tiempo en el barrio.

Me gustaría un día entrar y que me invitaran a tomar un café! Tocando prácticamente pared con pared, no estaría de más! Al fin y al cabo somos vecinos y nos saludamos por la calle!

Todo esto me lleva a pensar en cuántos tipos de modus vivendi hay, y en la misma ciudad, y en mi caso en la misma calle! Qué cerca está la pobreza y que pobres nos estamos volviendo todos.... En mi casa no me criaron diciéndome que era rica ni pobre, éramos de clase media alta, pero eso lo supe luego,

Ahora, que mi nivel adquisitivo va lenta pero constantemente cayendo, que lo que de pequeña era normal ahora es un lujo que no me puedo permitir (esquiar, viajar, ir de restaurantes cada fin de semana, comprarme tres o cuatro pares de zapatos al año...etc) veo que la riqueza es mucho más homogénea que la pobreza.

Ahora que vamos todos a pobres voy viendo que la paleta de colores de la pobreza es muy diversa, y que tiene muchos fondos. Y que la clase media es muy parecida entre sí, y que encima tendemos a creernos que casi todo el mundo es como nosotros. De algún modo eso lleva a la estigmatización de los que no lo son. Ahora que soy pobre y que vivo entre todavía más pobres me doy cuenta de mi antigua miopía social.

Empezando por la definición de pobreza, la mía de burguesita de no tener para todo lo que te gustaría hacer (que es la que me aplico para autodenominarme pobre porque no tengo para ir a esquiar, ni para comer fuera cada fin de semana, ni para hacer un viajecito al año, ni para comprarme ese vestido tan bonito) o la de los de la chabola de enfrente?

Este mi barrio me presenta más cruda y en la calle la realidad que tantas familias deben estar padeciendo entre las paredes de su piso en pleno ensanche barcelonés, si algo le debo, es que me haya permitido abrir los ojos a otras realidades. Pero que crudo es, leches!

Mientras suene la armónica, no estaremos del todo perdidos.

Simplemente, nos está tocando vivir una época de pobreza, como nuestros abuelos en la posguerra, como los emigrantes que auto construyeron sus viviendas en estas laderas invivibles del Carmelo de los años 60, volverán las barracas y las desigualdades, y educaremos a nuestras hijas en la austeridad, esa de la que se habían olvidado en mi casa, donde las luces no se apagaban y los medios tomates no usados del pan con tomate se tiraban a la basura por no guardarlos.

Que suene la armónica!