sábado, 23 de agosto de 2014

Un día de melancolía

El otro día intenté mantener una conversación, que acabó resultando monólogo y encima infructuoso, con mi hija mayor (6 años) acerca de cómo quitarse uno de encima esa lacra llamada mal humor.

Le expliqué lo que me contaba a mí mi padre, acerca del mal humor, que como la tristeza, y la melancolía, esas primas hermanas, están amontonados formando una montaña de la cuál cada uno coge lo que quiere.

De pronto una se da cuenta de que es terrible, porque una es enteramente responsable de su mal humor (como de casi todo). No es que el tren venga con retraso, que alguien nos haya soltado un exabrupto o que la bolsa caiga en Nueva York. Es que nosotros hemos decidido voluntariamente estar de mal humor y nosotros seremos quien decidamos cuánto estamos dispuestos a alargarlo.

Es cierto que hay gente con más tendencia al ombliguismo y al ensimismamiento, que viene a ser lo mismo, a saber darse vueltas a uno mismo, como si uno fuera mucho más interesante que lo que le rodea.

Pero mirando sólo hacia adentro es complicado salir del embrollo en el que una se ha metido, porque podemos darnos la razón, a sabiendas de no tenerla, hasta el infinito y más allá.

Hay que abrir la puerta a la burbuja de melancolía en la que nos hemos metido solitos para que entre un soplo de aire fresco que desvicie el ambiente y la rompa, devolviéndonos a la realidad sin filtros oscuros mediante. Pero incluso eso, o eso más que nada, es fruto de una decisión.

Y aún estando dispuestos a dejar que alguien nos ayude a salir del pozo ni todo el mundo tiene la paciencia, la habilidad ni la voluntad de hacerlo, al revés, la mayoría de las veces el malhumorado genera un rechazo visceral a la gente que no quiere que le amarguen su día y con razón!

De ahí el sabio refrán de que el que se enfada tiene doble trabajo!

Y así estoy yo, inmersa en mi día de melancolía.

Debatiéndome entre dejarme rescatar o mantenerme obstinadamente en mi malhumor.

Y diseccionando el proceso mientras tanto para poder explicarle mejor a mi hija cómo diantres aprender a salir de estos lodos sin dañar a los de nuestro alrededor, que aunque no por falta de ganas sino por exceso de amor no nos mandan al carallo como nos merecemos!

Aunque bueno, un día de melancolía de vez en cuando.... ;-)

(mierda, ha salido el sol!, algo habrá que hacer....mmmm, bueno va!)

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