lunes, 22 de diciembre de 2014

Poesía en la ciudad

Es una de esas noches frías frías en Barcelona, frías de verdad, de las que cae la humedad de golpe condensada en el asiento de la moto, en el pelo, en el tuétano de tus huesos.

Las calles desiertas, iluminadas, la travesera del Guinardó, la subida al Carmelo, cada vez más helada a medida que gano altura, el viento cortante en el poco trozo de cara que libera el casco, las manos heladas a pesar de los guantes, las piernas apretadas al refugio del escaso carenado.

Y de pronto, huelo a chimenea.

Ese olor inconfundible a leña ardiendo. A pueblo.

¿De dónde vendrá ese rastro que lleva a mi niñez?

Rebaso el monte y veo las luces tintineantes del sur de la ciudad, y cuando se acaban, abruptas, adivino el mar.

Montes, mares, frío, leña al fuego.

A veces, aún es posible la poesía en la ciudad.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Átaque de frivolidad dietética prenavideña

Por aquello de ir avanzando tarea, estas (pre)navidades me ha dado por anticiparme a mis lamentos de kilos de más.

La verdad es que ante mi perplejidad constato que mi propósit prenavideño de llegar como un figurín a tan temidas fechas ha sido un fracaso estrepitoso, como todo fracaso que se precie.

Hace un mes y medio, UN MES Y MEDIO! decidí que iba a perder (en un mes y medio) 2 kg.

Tal que así: me pesé, me preocupé, y me dije, voy a perder 2 kg para antes de las navidades -para poder comen turrón a mis anchas, claro, que es la gran diferencia respecto el mismo propósito pero en distinta época, preveraniego, a saber, lucir tipazo (bueno, vamos a dejarlo en mejor tipo)-.

A día de hoy, peso exactamente lo mismo, o incluso puede que algo más.

Y a no ser que venga una bendita gastroenteritis en una semana (negaré haberlo deseado en caso de ocurrencia), lo tengo crudo crudo como el ápio que me he comido hoy, en un intento desesperado de conseguir en un día lo que no he hecho en un mes.

Constatado el hecho una, que es analítica por naturaleza, me he puesto a pensar los motivos del fracaso, por aquello de que una vez se conoce el problema ya se tiene éste medio resuelto. A mi me gusta esta frase porque me encanta analizar problemas. Pasa que me suelo alargar en esta fase y para la parte ejecutiva ya llego como con medio desánimo, como medio desmotivada, y ahi me suelo empantanar.

El resultado de mis reflexiones acerca del fracaso es que hay tres motivos principales.

El primero tiene que ver con lo de pensar más que hacer, precisamente.

Básicamente, con tomar la decisión ya me dí por satisfecha.
Decidí, pero no hice nada para ejecutar mi decisión. Como cuando esquías, que basta con pensar quiero ir hacia allí ¡y ya vas! (o al menos, así se lo expliqué a mi hija como la técnica del giro en esquí y funcionó. ¡A mi me funciona vaya!).
Pero con lo de perder peso he de constatar que no ha funcionado.
Decidiéndolo no era suficiente.
Hacía falta una estrategia, algún método, no sólo el objetivo.
¡Queriendo ir a NY uno no va a NY!

El segundo motivo es que el nivel de sacrificio al cuál estoy dispuesta a llegar en aras a dos kilos menos sospecho que es muy muy bajo.
No he podido profundizar demasiado en un nivel teórico ni mucho menos en la práctica en mi resistencia a las tentaciones culinarias, entre otras cosas porque aún no se ha dado tal caso. Creo que nunca me he resistido, por aquello que la mejor manera de evitar la tentación es caer en ella, pero sé que soy muy débil, y que cedo ante las presiones con mucha facilidad.

En general es así ya, pero es que con las del estómago me pasa especialmente. No me siento capacitada para negarme a comer fuera si alguien me lo propone, a renunciar al pan, a la pasta, a las cookies, al chocolate, a las pizzas. Por no hablar del vino y la cerveza, que resulta que al alcohol engorda horrores, ¡y eso que pasa como agua! Quien lo diría ¿no?

El tercer y último punto es que a pesar de incrementar visiblemente mi nivel de actividad física yendo dos veces a la semana (¡una fui tres!) al gimnasio, y que hace un par que voy andando a trabajar (35 minutos aproximadamente con desniveles pronunciados ida y otros tantos vuelta aunque por otro camino), está claro que no es suficiente.
Mi amiga Bea me dijo que los 15 minutos de elíptica eran de chiste ¡y eso que yo se lo contaba como una proeza! Es más, para mayor ahondamiento en mi ofensa, dijo que eso servía de calentamiento. CALENTAMIENTO.
¿Pero que harán en mi cuerpo con 45 minutos que me dice ella que tengo que estar? ¿Brasas? ¿Pondrán calçots y butifarras? ¡Por dios, si sudo como un pollo dando vueltas en el ast con 15 minutos!
Lo peor es que con eso, con mis 15 laaaaargos minutos me dice la máquina que quemo... 60 calorías. ¿Sabéis que tiene 60 calorías? No lo quieras saber. Es ridículo. Descorazonador. Frustante.

Así que ahora he decidido que tengo que hacer un plan, y no sólo eso. También cumplirlo.

Mi plan para esta semana es:

CADA (cada, cada... quien dice cada dice casi cada, entiéndeme) mañana hacer una rutina (los que saben lo llaman así) de escaleras. Subirlas de calentamiento, bajarlas y subirlas de nuevo de dos en dos. Bajarlas y subir dos y bajar un peldaño. Bajar. Y luego subir de lado bajar y subir del otro. Parece q esto es lo que más quema y que si me estoy con este sube baja durante media hora quemo 400 calorías, que es bastante más que 60. ¡Llámadme arrojada!

Y CADA (idem que paréntesis anterior) mañana desayunar una tortita integral de arroz con jamón del bueno, que eso lo hace mi amiga Elena y el tema del jamón bueno para desayunar me parece razonable. Y un iogurt con salvado de avena. Pasa que creo que me he equivocado y he comprado copos en lugar de salvado. Y parece que esos engordan. No estoy aún muy puesta en el tema...

No sé que tal me irá el plan de choque, para empezar voy a reducir el objetivo a un kilo, ya que sólo me queda una semana, y a ver si con lo de la presión del efecto último día para el exámen, que es lo que siempre me ha funcionado, me pongo las pilas.

Prometo compartir resultados en una semana, justo antes de la comilona 1.1 (nochebuena) os contaré que tal me ha ido con el ápio.
Luego de los asaltos:
1.2 Navidad
1.3 San Esteban
2.1. Noche de Fin de Año
2.2 Comida de Año Nuevo
3.1 Comida de Reyes

Más las comilonas propias de pasar una semana en Galicia y sus desvaríos gastronómicos, volveré a compartir resultados.

Ya puedo hartarme a apio ya! Total, para luego de propósito de enero, ¡repetir!

La vida es puro bucle. :-)



jueves, 11 de diciembre de 2014

De apegos buenos y malos

Ultimamente llevo escuchando que algo que yo tomaba por bueno, el apego, resulta que es malo, según las postulaciones de crecimiento personal del "aquí y ahora" y compañía.

De hecho... ¿Qué es el apego?

Según la wikipedia:

"El apego, concepto que debemos a la etología, se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección (...).
Desde el punto de vista emocional, el apego surge cuando se está seguro de que la otra persona estará ahí incondicionalmente, lo que facilita que aparezcan la empatía, la comunicación emocional y hasta el amor entre estas personas"

Yo ampliaría que también le podemos tener apego a cosas y a situaciones. Puede darnos seguridad hacer siempre el mismo recorrido al trabajo, nuestro rincón de lectura o la rutina matutina, incluso a cosas como tu coche, o tu peluche de cuando eras pequeña.

Parece que todos coinciden en que el apego en edades muy tempranas, desde recién nacidos hasta los tres, cuatro años, es bueno y necesario. Es una estrategia de la manada en la que se protege a la cría, que crece en un entorno seguro y en el que desarrolla el sentimiento de cohesión que en determinadas especies les ha funcionado evolutivamente  para hacer frente a agresiones externas. Los mamíferos en general, vaya.

Pero en personas a partir de cierta edad es (dicen) absolutamente nocivo, al contrario de lo que se nos ha venido vendiendo en forma de "...y comieron perdices" y de fomento de modelos  familiares "indestructibles" de largo plazo, desde la religión, la economía y la política.

Eso en occidente, claro. En oriente, que llevan mucho más tiempo que nosotros pensando en estos menesteres, parece que no están por la labor de la permanencia per se.

Aquí la búsqueda de la estabilidad emocional, continuidad, seguridad, protección, predictibilidad ... Etc es el camino marcado y el que seguimos convencidos de sus bondades, anhelando su consecución y envidiando a quien (aparentemente) lo ha conseguido.

Para luego llevarnos las manos a la cabeza cuando rompe una pareja amiga que nunca lo hubieras dicho, una hija adulto se autoexilia voluntariamente a 10.000 km mar mediante de unos padres aparentemente perfectos.... qué frágiles son las relaciones, qué rápido giran las tornas, qué radicalmente puede cambiarnos la vida en unos segundos, cuando alguien tira de la manta y deja la estructura podrida al descubierto, y vemos que lo único que en realidad nos hacía seguir era el apego al otro, la costumbre, la falsa creencia de la necesidad.

Y aún así, aún viéndolo a nuestro alrededor, seguimos generando todo tipo de mecanismos tácitos para evitar, minimizar y esconder bajo la alfombra de la rutina cualquier atisbo de cambio, porque los cambios no nos gustan. Nos hacen pensar. Nos duelen horrores. Ponen las cosas patas arriba y tenemos que repensarlo todo. Y no sabemos hacerlo, no nos han enseñado. Nos gusta creer que todo es para siempre.

Cuando en realidad, sólo hay una cosa permanente en la vida: el cambio.

Deberíamos acostumbrarnos a autoevaluar de manera fluída y contínua los motivos que nos empujan a hacer lo que hacemos.

¿Hoy, prefiero vivir con esta persona a mi lado en lugar de sola o otra?
¿Me gusta el trabajo que hago, y si es que sí, es por que me aporta o por que me es fácil?
De las personas a las que les dedico mi tiempo y energía, ¿hay alguna que en realidad me hastíe, y que siga viendo por momentos juntos que hayamos pasados o una antigua amistad? ¿Todas me aportan?

El apego hace que en nombre de glorias pasadas o rutinas actuales aparentemente confortables vendamos nuestro futuro y nuestra alma al diablo, que es el miedo. Miedo al cambio, a la evaluación, al diagnóstico y a la decisión. Miedo a quedarnos solos con nosotros mismos. Miedo a la libertad, que requiere ingentes cantidades de energía y valentía.

Los motivos para llegar a estos asuntos profundos de reflexión nunca vienen solos, siempre aparecen a la vez. O mejor dicho, siempre están ahí pero una los ve a la vez cuando está preparada para verlos, volvemos al maestro que aparece cuando el discípulo está listo, y esta vez el maestro ha sido una circunstancia personal próxima a mi, una conversación entre coworkers y un libro en la misma semana.

Las dos primeras daban vueltas al apego entre adultos como pareja.

Y el tercero, entre madres e hijos ya crecidos, y no es uno, sino en vários libros de la misma escritora (Rosemund Pilcher) porque es un tema recurrente en ella.

Quizás es por su propia madurez personal, o quizás es cultural por la metálica forma de ser británica, al fin y al cabo el desapego familiar es un rasgo muy anglosajón, y me atreviría a decir protestante. O al revés, el apego es un rasgo muy católico.

A través de sus novelas insiste en la necesidad de dar aire a los hijos cuando éstos llegan a la edad madura (18 años). En animarlos a irse fuera del nido, en no inmiscuirse en sus asuntos salvo en caso de ser requerida por ellos. En respetar su vida y sus decisiones como a cualquier otro adulto. Y lo dice desde la sabiduria de quien desea evitar hijos inmaduros, infantiles y apegados. Y con la fortaleza de quien sabe que el mejor antídoto a las relaciones familiares enfermizas y castradoras es dar distancia asumiendo que quizás ésta sea para siempre.

Miro a mi entorno y me llevo las manos a la cabeza.

Prácticamente todas mis amigas y desde luego me incluyo tenemos relaciones malsanas con sus padres (especialmente madres). Seguimos articulando planes en función de la familia sin que probablemente sea lo que en realidad deseamos. Seguimos con roles totalmente absurdos que sólo representamos en el hogar familiar, que ni nos corresponden ni nos definen, y que nos sacudimos de encima como si fuera un jersey de lana hecho por la abuela de los que pica rápidamente, ahora que no nos ven, al decir el último adiós.

Y volvemos a nosotros mismos sintíendonos avergonzados de nuestra cobardía de seguir aceptando jugar con las cartas de una baraja marcada que no hemos repartido nosotros, y nos vamos con un regusto amargo en la boca y el cuerpo acartonado.

Esa, creo, es la peor forma de apego, porque te inhabilita para la vida adulta y te obliga a repetir el mismo patrón por referencias con tu pareja y con tus hijos, repitiendo los mismos errores, que al final es uno. Estar tan lejos de ti mismo. Confiar tan poco en tus posibilidades sin ataduras. En no saber andar solo por la cuerda floja. Tu gente ha de ser tu red, para al caerte saberte amado. Pero tenemos que caminar solos, sin apoyos que nos vicien y nos hagan olvidar que podemos hacerlo solos.

Joder. Me ha salido un post de autoayuda. Horror! ;-)

Que me (auto)ayude al menos a integrar en mi mente, alma, o dónde se anclen estas verdades que sólo el cambio es permanente, que hay que saber en todo momento lo que preferimos, y que hay que educar para ello, sin caer en la fácil tentación de repetir patrones de apego del malo.

No, si esto va a ser como el colesterol! Hay apego del bueno y del malo ¿de cuál tienes tu?

sábado, 6 de diciembre de 2014

De electores y elegidos

Leo en el párrafo que antecede "El Balneario" (1.953) de la grande Carmen Martín Gaite en "Todos los cuentos" lo siguiente:

"Cuando un hombre, dormido e
inerte en la cama, sueña algo, ¿qué
es lo que más existe: él, como con-
ciencia que sueña, o su sueño?"

Miguel de Unamuno: Niebla (1.907)

El tema de los sueños en su enésima vuelta de tuerca, como el monólogo de Segismundo de Calderón de la Barca  (1.635) y su

".....que toda la vida es sueño
y los sueños sueños son"

o aún más atrás Shakespeare en 1.595 con "Sueño de una noche de verano"...

"Cuatro días pronto pasarán,
y cuatro noches en sueños se irán"

Gaite bebiendo de Unamuno, Unamuno de Calderón.

Niebla de Unamuno hermana de casi título y año con Ciudad de Niebla de Pío Baroja, esta última con su sorprendente (para mí) contemporaneidad, esperando una reliquia me encontré con algo "como recién escrito", por su ironía, por sus rápidos y ácidos diálogos, por lo aún hoy día inusual de ser una mujer inteligente e independiente la protagonista, siendo el autor un hombre.

Unamuno citado varias veces en "Bilbao Nueva York Bilbao" de Kirmen Uribe (2.008) como alguien de carne y hueso, real, amigo de los Arteta, una de las familias entrecruzadas protagonistas.

Las grandes obras (y las pequeñas, y las medianas) van saltando caprichosas por los años como ranas por nenúfares, sirviendo la fecha únicamente como contexto para entender mejor una época.

La escala temporal desaparece en el mundo paralelo de la literatura (¿de los sueños?) tejiendo una red de conexiones vigentes ajenas a su edad que, si tiramos de la madeja, iremos descubriendo, infinita, y cada vez cobrando todo más sentido.

La gran ventaja es que no perece, que la red es cada vez mas tupida, que a los clásicos se les unen las obras del siglo XX, las que se acaban de editar en el XXI, las que pronto florecerán explosivamente en soporte digital sin necesidad de filtros editoriales, contactos o favores....
¡Cuánto trabajo se nos viene encima!

Pero no hay que agobiarse, sería estúpido.

Hay tiempo para irse deleitando con el hilo de la madeja del que nos apetezca tirar.

Ahora me he ensimismado en mediados del siglo XX, y últimamente en mujeres (la citada Gaite, Rosemund Pilcher), y me asombro de cúanto han cambiado para nosotras (para bien) las cosas en relativamente muy poco tiempo (para lo que la humanidad viene siendo, claro).

Sé que mi brújula apunta ahora a la Matute, que ya le tengo ganas, y a la Wolf, que me mira retadora cada día desde la estantería del recibidor cuando dejo las llaves junto a ella.

Me espera, y estoy lista. Será la próxima en caer.

Y a veces me pregunto...
¿Por qué ahora si y ahora no?
¿A qué viene ahora este interés mío reciente por la posguerra y la miseria moral Barcelonesa de los años cuarenta retratada por Marsé, por Terenci Moix, por Goytisolo?
¿Y por qué de manera recurrente cada cierto tiempo el frenesí por autores ingleses?
¿Por qué salvo Paul Aster y Truman Capote no me han llamado (por el momento) autores norte americanos?
¿Qué fue de esa ola voraz de García Márquez y de rebote otros autores de su constelación, al que deboré y murió de éxito fagocitado?
¿Por qué miro el grueso lomo del Quijote haciendo prácticamente una reverencia cuando mis pupilas se pasean por él como conteniendo la respiración sin apenas rozarlo? ¿Cómo sé que no es aún su momento, ni lo ha sido desde hace veinte años?

Simplemente lo sé. Instintivamente.

¿No es SU momento, o no es MI momento?...

¿Quíen escoge a quíen?

No hay duda.

Ellos me escogen. El objeto escoge al humano. Los objetos nos llaman, como dice mi amado Millás.
El objeto no varía, es el humano que sintoniza o no con el objeto en ese momento.

El objeto es un libro, es un coworking, o un vestido.

Un vestido rojo escotado sólo te lo pondrás en determinado estado de ánimo y momento.
Todas las mujeres en todos los momentos que se pongan un vestido rojo escotado serán prácticamente la misma mujer.

Ya no me preocupa quíen entre por la puerta del coworking y tras verlo se quiera quedar. No me preocupa que encaje con la gente, con el espacio. Si se queda, es porqué el coworking llama, como Hamelin a los niños, a los que encajarán en él. No deciden ellos. Decide el coworking siendo cómo es.

Los libros están ahí, y cuántos más leas más querrás leer, simplemente deja que los propios autores, temas, épocas o estilos, lo que más te haya atrapado del último libro, te muestren los hilos a seguir para escoger el siguiente, formando un eslabón más de una cadena que a menudo se ramifica, se enzarza o vuelve a su zona de confort, cual casilla segura de salida, cuando las prospecciones no han cuajado.

Como reza un dicho oriental, el maestro aparece cuando el alumno está listo"

Poco a poco, libro a libro, en el calidescopio del universo irás atisbando un sentido, una mirada algo menos desorientada, y cada libro te rellenará un hueco vacío que tal vez (seguramente) ignoraras que tenías.

Y luego te cuentan la gran revolución humana que estamos viviendo con los móviles, internet, smart cities y demás cacharrería... Que sí que sí, pero de Calderón hasta hoy se inventó la pólvora, la electricidad y el coche, entre otras cosas, y los sueños, que yo sepa, sueños siguen siendo! En realidad, cincuenta, cien, doscientos años no son nada, las grandes pasiones, las eternas incógnitas y las pequeñas realidades son siempre las mismas... Por no hablar de Homero!

sábado, 22 de noviembre de 2014

Fetichismos, amuletos y talismanes

Hoy no va de chamanes.

Va de nuestro apego absurdo a las cosas que nos han acompañado. Nuestra dificultad para deshacernos de ellas. O al menos la mía!.

Hoy he alcanzado un hito en el proceso reorganizador y de adopción de buenos hábitos en el que me veo inmersa: hacerme tuppers en lugar de mal comer por ahí a base de bocatas o directamente no comer, ir de verdad cada semana al gimnasio como mínimo una vez por semana, acostarme pronto, no tener úlceras... etc.

Hoy me he enfrentado a un armario lleno hasta arriba de papeles míos de cuando era algo parecido a algo serio profesionalmente hablando.

¡Y los he tirado todos!

Si. Mis 20 libretas de espirales y tapas duras que siempre me acompañan al lado del teclado.

Me resisto a abandonar el boli, y me gusta ordenar mis ideas, hacer listas de cosas o cálculos rápidos a mano. Ojeándolas ahora veo direcciones de correo de gente que te trae recuerdos de proyectos, números de teléfonos que en su momento no sabías si sólo hablarías una vez o se convertirían en clientes o colaboradores con los que acabarías desarrollando incluso una estrecha amistad....

Cálculos rápidos de presupuestos de proyectos que ignorabas si acabarías haciendo, fichas de proyectos, repartos de tareas, esquemas, diagramas, dibujos geométricos a base de cuadraditos reseguidos acompañando a saber qué conversación telefónica...

Los cuadernos són más personales que las agendas, porque no te limitan el espacio, y tanto puedes anotar una lista de la compra como redactar los antecedentes de un proyecto, o notas de un software nuevo.

Por eso me he resistido a deshacerme de ellas durante tanto tiempo. Las he paseado de mudanza en mudanza, cada vez más numerosas, cada vez exigiendo más volumen de casa para ellas. Y qué me daban a cambio. Hasta hoy que las he tirado no las había vuelto a mirar.

¿Por qué guardamos este tipo de recuerdos? Para muchos encima no siendo personales todavía es más absurdo, pero es que lo de personal es un concepto muy difuso. Para mi Aresta, mi pequeña ingeniería fue mucho, y desde luego, muy personal. Ahora que ya la "dí por muerta" hace unos meses, supongo que todavía tenía menos sentido seguir cargando con su cadáver.

Aunque no negaré que Aresta Ingeniería me dio muchos dolores de estómago, me dio tantas otras cosas que siempre me he sentido muy afortunada de haber podido vivir esta etapa.

Aprendí lo que no está escrito. De cosas técnicas desde luego. Pero también de cómo funcionaba el mundo en el que vivíamos (al menos el de antes de la crisis), de cómo es una empresa por dentro, de cómo responde la gente y de cómo no. A trabajar duro, a amar mi trabajo, a tener ilusión y generar ilusión en los clientes, a tener confianza y generar confianza. A entender que los trabajadores son trabajadores y a no pedirles o no decepcionarme si no hacían lo que en mí salía de natural.

Aprendí muchísimo de mis numerosos errores.

Fui muy feliz trabajando duro, ganando autonomía, sentido de la responsabilidad, confianza y sabiduría, y eso, eso está en las libretas. Pero eso lo llevo yo todavía más dentro de mí.

Quizás no recuerde ese teléfono garabateado en 2005, pero sé que ese nombre, Miguel Teixido, me dio la oportunidad de hacerme valer. Quizás ese presupuesto que salió por mucho más en la realidad vaya a la basura, pero las lecciones aprendidas a la hora de calcular presupuestos se fijaron a mí en su momento y por siempre.

No necesitamos amuletos voluminosos pero vacíos, talismanes que nos recuerden tiempos mejores. Lo que tenía que quedar quedó, marcado en nuestra alma como hormigón impreso.

Podemos viajar ligeros, debemos dejar espacio en nuestras estanterías para lo que vaya trayendo el devenir, y no vivir de joyas pasadas, cuyas enseñanzas ya se forjaron.

El pasado, pasado está. Y el papel, a reciclar!

(Creo que si "maté" a Aresta hace unos meses, hoy le he dado sepultura y esto ha sido la necrológica... Que en paz descanse pues! Te recordaré con una sonrisa)

martes, 28 de octubre de 2014

La intensa vida de una mamá chacha (que no mamarracha)

Voy a contar un tópico. Y pensaréis buaaaa q aburrido, siempre con la misma monserga, que pesadas sois!

Pero es q es una verdad de las verdaderas. De las verdaderas de verdad! De la buena.

Ser madre-ama-de-casa es agotador. Es que no paras de trabajar!

Yo de por mi era perezosa, vaga, holgazana, me escaqueaba a la que podía, nunca me levantaba de la mesa para ayudar en cenas multitudinarias si no era ya de flagrante mala educación inexcusable.
En mi casa por aquello de yo ya pongo la casa y en ajenas por lo de yo es que no sé donde están las cosas. En definitiva. Que no pegaba ni sello en casa.

Y desde que soy madre, quien me viera oyes! Me han cambiado por otra! No me reconozco en los espejos en los que ya por no verme ni me miro!

Soy una máquina de trabajar.

Con lo profesional ni entro ni salgo, más o menos con la misma intensidad de siempre, que, todo hay que decirlo, es mucha! Porque que una puede ser vaga por sectores. Y a pencadas eficientes (y la mayor parte de las veces apasionadas) pocos me tosen.

Pero con lo doméstico.... Hoy ha sido uno de esos días cúspides de mi carrera doméstica. Me permitiréis retozarme en ello.

He empezado como siempre; ducha, despertar niñas, vestir niñas, desayunos, mochilas, cole. Como hoy las llevaba mi consorte señor marido (ya), he podido proceder a recoger cocina, baño, hacer camas, recoger juguetes, ordenar libros, poner una lavadora, sacar una secadora, doblar ropa, colocar ropa en sus armarios, preparar bolsa piscina, ir a trabajar.

Trabajar-trabajar-trabajar-trabajar-(si, la que estaba en el paro, ya dije que era un paro tácito)-trabajar-trabajar-trabajar.... Ups! Las 4! Corre corre

Moto a toda pastilla q llego tarde (¿¿nunca aprenderé a salir antes??)

Recoge niñas, no llevas merienda?

No, no llevo merienda, (a tanto no llego, no me explaiaré), ala! al paki a por unos donuts y unos cacaolats, y la integración de nuevos hábitos alimenticios con la que llevamos dos semana a base de pan de verdad que compro en un horno de los buenos a precio de titanio (el titanio es caro, no?) y de legumbres de verdad puestas en remojo ochocientas horas, y de arroz integral que no se cuece ni tras tres tristes horas... A la mierda! Dos donuts x niña, no uno no, DOS!

Vamos a la piscina corriendo que no llegamos. Agotadas tras una caminata (sube, baja, recto, sube, baja) de 15 minutos vertiendo cacaolat (obvio) por la camiseta llegamos.

Desviste niñas (y creía q ir a la piscina yo sola era complicado!, juas juas! Inocente...), pon bañadores, gorros, chanclas. Ya, al agua patos.

Y yo? ¿Me doy un merecido descanso y me tomo un café y me leo algo q creo que se llama periódico? Nooooo!

Decidí sabiamente en su día que lo mejor era apuntarme yo al gimnasio esa hora, yendo x c.....s con las niñas era la única manera de asegurarme que iría, tras varios infructuosos intentos de hacer deporte. Así que durante 45 minutos a la semana un señor me maltrata sometiéndome a las tan temidas máquinas cual sala de torturas.

Salgo exhausta pitando cuando veo q salen de la piscina. Ahora ya somos tres a duchar y a vestir y a secar el pelo. Que bonito...

Una hora después salimos dispuesta a pegarme otra caminata hasta a casa, y encima ya tan de noche!

Hoy por un designio divino ha venido el padre de las criaturas a por nosotras en ese artefacto con 4 ruedas q hay q reconocer que a veces es maravilloso.

Llegamos a casa, muerta de hambre me dispongo a hacer un risotto de bolets (si, quien me mandaba).

Media hora larga después, con las niñas en pijama y la lavadora puesta con las cosas de la piscina, nos dan ambas la cena; que no les gusta el risotto, con lo bueno que me ha salido, oyes. Al final se lo han comido las dos.

Pasa que después de recoger la cocina, sacar secadora, doblar otra vez toallas, contar un cuento y que se durmieran, la pequeña de tanto toser lo ha echado todo por la borda. Cambia sábanas, pijama, albornoz, muñecos, todo al cubo de la ropa sucia.

Pena de rissotto de bolets.

Limpia con agua caliente y jabón el cosi en el que ha acabado de darlo todo, pasa el mocho por el suelo, dale de cenar al perro que protesta, recoge las bolitas de pienso que se han caído, vuélvete a lavar las manos por quinta vez en 20 minutos.

Ya se ha acabado la lavadora, pon la secadora y lava ya las sábanas y el muñeco afectado que huele que alimenta. Vuélvete a lavar las manos.

Son las diez.

Luego la fisio de suelo pélvico me preguntará porqué no hago lo que me dice y practico ejercicios de Kegel media hora cada noche y lo del etíope en plena hambruna que se llama ejercicios hipopresivos.

Señora. No puedo con mi alma!

Y con los dos platos de rissotto q me he comido no puedo hacer el etíope!

Si yo no era así!!! Devuélvanme a mi Maria!!! Era mucho más cómodo! Vas a comparar!!

Aunque bien mirado...creo que debería sentirme más orgullosa de ésta que de aquella....al fin y al cabo, ahora ayudo todo el rato y no hago casi nada para mi. No es que ayude, es que sin mi (y el 50% correspondiente a mi esposo) nada de esto tiraría adelante.

Y creo q lo de ser madre va por ahi.

Me refiero a anteponer a la família a hacer lo que te rota en cada momento.

Porqué lo de hacer de chacha digo yo que te lo ahorras si eres rica y tienes interna, no? Es una opción interesante, miraré mi cuenta corriente a ver si me ha salpicado por casualidad una de estas tramas de sobrecitos!

Au, bona nit, a descansar, yo desde luego caeré frita frita !

miércoles, 8 de octubre de 2014

Un ratito de gratitud

Gracias, gracias y más gracias.

Por la vida, que me ha dado tanto, como diría Violeta Parra.

Por tantos motivos deberíamos dar las gracias cada día al levantarnos, y cada noche al acostarnos, que al final no darlas no deja de ser un signo inefable de lo perfectísimamente bien que estamos, y siempre hemos estado, queja mediante.

 Ayer empecé (y casi acabé) "Si te dicen que caí", de Juan Marsé.


Todavía tengo una pelota incrustada entre el esófago y el estómago, una retroexcavadora con bulldozer ha entrado en mi aparato digestivo y se me ha llevado parte del alma que guardo allá y ahí ando intentando recomponerla, sacar la pelota y devolverme la fisiología que debiera estar en su lugar.

Brutalidad. Dolor enquistado en la corta memoria infantil de los niños protagonistas, rotos y ya viejos. Personajes sórdidos absolutamente faltos de toda moralidad. Violencia sexual. Sociedad putrefacta. Y Barcelona, años 40 de telón.

Y para más inri las calles que piso cada día. Secretàri Coloma, Escorial, Legalitat, Providència. Hoy ciudad ejemplar, con sus tiendas y sus bares, sus personas mayores sentadas al sol, su ajetreo de barrio. Sus acera arregladas, los edificios de pisos dignos y decentes. La calle limpia. La escuela rebosante de niños alegres. Que no juegan a que torturan, que no comen de entre las basuras, que no se ponen azufre en la cabeza para combatir la sarna. Que no se prostituyen por 4 chavos.

Niños que no tienen el recuerdo de sus padres fusilados, ni colgados, ni humillados. Niños cuyas madres son razonablemente felices, entre sus estreses laborales y sus conciliaciones, pero amigos, amigas, bendito problema!

75 años han pasado. Sólo una vida. Marsé y tantos otros están ahí para contárnoslo. Nos cuentan ellos lo que nuestros abuelos han callado. Porque lo sufrieron en sus carnes y recordarlo es revivirlo o porqué en su momento pudieron escoger no quererlo ver, se amarraron bien fuerte y a consciencia la venda en los ojos y ahora, a estas alturas, el paso del tiempo lo pone en bandeja para hacerlo todavía más insignificante. Más irreal. Probablemente hasta lo hayan conseguido olvidar. Ellos han ganado. Ya casi nadie sabe ni quiere saber lo que ocurría hace una vida.en los descampados alrededor del campo del Europa, en el Guinardó, en el Carmelo, en las faldas de Montjuïc,  en el Somorrostro.Ya nadie se acuerda de la miseria. Somos una ciudad opulenta, rica y orgullosa. Estamos entre las 10 más turísticas del mundo. La mierda se ha barrido bajo la alfombra del olvido.

El Carmelo y el Guinardó son, sin ser de lujo, barrios dignos con todos los servicios. Montjuïc es una zona ajardinada y monumental, testigo orgulloso y mudo de los fastos de la Barcelona Olímpica. El Somorrostro ha quedado enterrado por la arena de la Barceloneta, las icónicas torres Mapfre y el pez dorado, así como por el resto de la Vila Olímpica. En el Raval, en cambio, la miseria continúa, pero esta vez los emigrantes vienen de tan lejos que nos cuesta empatizar, y la venda en los ojos vuelve a apretarse.

Yo no soy de los que se quejan de que Barcelona sea ahora un escenario de cartón piedra sin personalidad, para rodar anuncios de coches y darle un marco coherente a las obras de Gaudí. No extraño esa Barcelona de moral carcomida, de vencedores y vencidos. De muy vencedores y de extremadamente vencidos.

Me siento afortunada de haber llegado a ella con este lapso de vida que me ha ahorrado vivencias desgarradoras, difíciles de sobrellevar con dignidad el resto de tu vida. Me maravillo de que en sólo una vida las heridas hayan cicatrizado, que la dignidad haya sobrevivido.Se las llevan, las unas y la otra, sus víctimas a la tumba. Nos las han ahorrado. Y la prosperidad ha hecho lo demás.

No digo que antes fuera mejor, esa cínica e insultante afirmación merece embucharle al susodicho la bibliografía completa de Marsé, Gil de Biedam, Terenci Moix y Vázquez Montalbán en 24 horas y que escuche luego testimonios reales, a ver que tan "auténtico" le parece! (Sacaremos a Mendoza de ahí porqué sería capaz de no entender más allá de la ironía graciosa de sus hilarantes peripecias.)

No era mejor. Ni mucho menos. Pero aunque duela, aunque se nos lleve un trozo de esófago por el camino, o precisamente por eso mismo, hay que conocer esa Barcelona. Para valorar la de ahora. Para valorar este momento, esta vida. Esta paz (aunque haya quien la quiera tergiversar), esta prosperidad (aún con la que está cayendo), el respeto por los derechos humanos y la protección férrea a nuestra infancia. Para crecer. Para madurar.

Y para dar las gracias a quien corresponda. Para tener un ratito de gratitud.